domingo, 29 de septiembre de 2013

Del campo de hockey de Jesuitas a la sala de prensa

Sólo con mirarle a la cara uno ya se da cuenta de que estamos ante un futbolista diferente. Emana sabiduría y saber estar allá por donde va. Dentro del campo, pero sobre todo fuera de él. Por suerte, he tenido la oportunidad de coincidir con él en Zaragoza en dos o tres ocasiones junto a conocidos comunes dado que tanto él como yo crecimos, estudiamos y nos formamos en el colegio Jesús María El Salvador, más conocido como Jesuitas. Por si no lo saben todavía, hablo de Ander, Ander Herrera.

Piscinas de Jesuitas
Los que nos hemos curtido en las instalaciones de nuestro colegio pudimos verlo crecer. Ya desde muy pequeño llamaba la atención sobremanera. Recuerdo verlo corretear por las piscinas del colegio, siempre con un balón cosido, con una cara de trasto indescriptible, generalmente rodeado y liderando el grupo de sus amigos y, sobre todo, volviendo "loco" y llevando por la calle de la amargura al mítico Enrique Uribe, el gran Quique. En más de una ocasión juró en hebreo por alguna de las "hazañas" del pequeño Herrera.


Hay un momento que tengo grabado en mi memoria. Cuando mis padres se separaron mientras cursaba 2 de BUP tuve que quedarme a comer en el colegio ese año por problemas de logística. Un día cualquiera, al abandonar el comedor y salir a jugar nuestra eventual "pachanga" en el campo de hockey, quedé hipnotizado por un pequeño chaval de unos 7-8 años diría yo, no más, quien barría y dejaba retratado en el suelo a aquel que osase a quitarle el balón. Fue capaz, recuerdo, de regatear en menos de un minuto a unos diez compañeros, todos ellos desplomados y por los suelos mientras el insultante joven talento reinaba y hacía del balón su gran tesoro y de aquel campo de hockey su fortín inexpugnable.

Pero más allá de las destrezas técnicas que ya demostraba, mayúsculas por cierto, lo que más me impactó fueron los gestos faciales y expresiones corporales de aquel niño, un niño que ya había tomado la decisión de ser futbolista por aquel entonces.

El fortín inexpugnable de Ander


Obviamente, Ander duró en Jesuitas lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Pronto recalaría en el Amistad y poco más tarde conquistaría Brunete alzándose campeón junto a sus compañeros del Real Zaragoza, mítica generación en la que también figura Pablo Alcolea, siendo nombrado, a su vez, el mejor jugador del torneo por méritos propios.

Poco más tarde, visitaría con la elástica del Real Zaragoza las instalaciones de nuestro colegio para enfrentarse a compañeros suyos, salvo error de un año más,  en un partido en el que si no me falla la memoria el resultado final fue 0-1, siendo el gol zaragocista del propio Ander de penalti tras un piscinazo de adivinen ustedes quién. Lo recuerdo, no por verlo, sino porque fue algo muy comentado en los días posteriores.

Durante los años venideros, el joven talento de Jesuitas siguió curtiéndose en la Ciudad Deportiva, liderando generalmente sus equipos pero no por ello dejó de pasar ciertas dificultades en su progresión, muchas de ellas procedentes de su desarrollo físico, que por momentos parecía no arrancar.

En 2005 se proclamaría campeón de España en categoría cadete y ya en periodo juvenil acabó destapando el tarro de las esencias demostrando que todo lo que años atrás se barruntaba en torno a su figura no era mera casualidad.


Ya en el 2008, habiendo Ander terminado su etapa como jugador juvenil -ese periodo en el que grandes promesas caen en el olvido- coincidí con él una noche de verano. Le pregunté que cómo le iba todo, si estaba contento, y él me dijo que sí, que era un privilegiado y que su sueño para la temporada que iba a empezar no era otro que tratar de evitar, en la medida de lo posible,  la Tercera División, aunque sí tenía que pasar por ahí lo haría encantado.

En febrero del año 2009 debutaría con el primer equipo en Segunda División. El chico se fue haciendo un hueco  y un rol de cierto peso en la primera plantilla, logrando el ascenso y debutando ese mismo año en Primera División el 29 de agosto contra el Tenerife. El sueño se cumplía.


Debut soñado


En aquella temporada de bautismo,  Herrera jugó 32 partidos macando dos goles. En general bastantes coincidíamos en que apuntaba maneras de ser un buen jugador, otros sin embargo decían que era blando mientras que algunos sostenían que estaba más tiempo en el suelo que de pie. Por no olvidar el ya célebre comentario de mi amigo Eduardo Cariñena, quien en un partido que vimos juntos en "El Charro", lugar frecuentado por Herrera y sus amigos, se arrancó y se atrevió a confirmar, seguro por entonces de sí mismo, "Ander no es jugador de Primera División".

De siempre el aficionado zaragocista ha sido especialmente exigente y poco generoso en halagos a jugadores de la casa. Los casos de Cani, Lafita y Zapater, entre otros, están ahí, especialmente el primero de ellos. Por suerte, mi amigo se vio obligado a recular, rectificó y aún se sonroja cada vez que le recuerdo semejante "perla"...

En la siguiente temporada, 2010-2011,  Ander se erigió como uno de los buques insignia de un equipo que volvería a lograr in extremis la salvacion. Sería su última temporada en el municipal poniendo rumbo a Lezama, donde el Athletic Club, por fin, conseguía hacer realidad un fichaje perseguido años atrás.

Un gol que vale un título


A día de hoy hablamos de un futbolista que lideró el campeonato de la rojita en la Eurocopa sub-21 con gol incluido en la final, finalista de Copa del Rey y de la Europa League y más que consolidado en Primera División, donde ya es uno de los pilares indiscutibles de su equipo.

Con 24 años es todo un hombre y da gusto verlo hablar tanto dentro como fuera del campo, últimamente en especial fuera de él, concretamente en sala de prensa donde en los últimos meses ha sentado cátedra. Sí, cátedra. Primero, al visitar La Romareda este año como visitante con unas palabras estremecedoras para el aficionado blanquillo...





....y segundo, al dar la cara tras los más que rumores que le llegaron a situar en Old Trafford este verano antes de tiempo haciendo gala de un compromiso y saber estar excelso. La extensa rueda de prensa, de obligada visión, confirma las dotes de Ander para responder con solvencia y salir airoso de las preguntas más que retorcidas de los periodistas, buscando sin acierto dejarlo en entredicho.






De aquí en adelante, sólo él nos irá sacando de dudas en torno a si defenderá o no algún día la camiseta de la selección española absoluta o si acabará fichando a corto/medio plazo por un club que, como a él le gusta decir, le satisfaga más que el Athletic Club y todo lo que le rodea. Veremos.

Pase lo que pase, Ander es lo que es, un gran jugador de fútbol, que se desvive por el balón y que sufre sin él. Una persona sensata, cabal y que tiene muy claro qué es lo que quiere conseguir y cómo conseguirlo, de la misma manera que un día consiguió hacer suyo el campo de hockey de Jesuitas que tanto le añora ahora desde la distancia.












domingo, 22 de septiembre de 2013

Aquellas tardes de domingo, ¿dónde están?

Por más que las busco no las encuentro. Y lo que es peor, no hay indicio alguno de que pueda llegar a disfrutar de nuevo de esas memorables jornadas futbolísticas vespertinas del domingo.

Ha llovido mucho desde entonces, y el fútbol, como la vida misma, ha evolucionado a un ritmo vertiginoso, insultante tal vez. De un tiempo a aquí vengo recordando con cierta nostalgia aquellas tardes de domingo de mi infancia en las que ya en la sobremesa me invadía un nudo en el estómago. Era acabar de comer e instalarme en mi cuarto, aislarme de mi familia, del mundo entero y confiar toda mi suerte al transistor.

Desde los siete u ocho años éramos como uña y carne, hermanos inseparables. "Quedábamos" regularmente a eso de las 16:00-16:30 hora, juntos conocíamos de primera mano todas las alineaciones y previas de los partidos que comenzaban a las 17:00 horas. Y juntos nos embarcábamos en el devenir de cada uno de ellos como el fiel lector que cuando devora un libro crea su propia aventura, la imagina y la viste a su antojo.






Venían a ser dos horas de auténtico infarto, de nervios, muchos nervios, dos horas en las que no dejaba de escucharse ese sonido sublime que tanto anhelo, ese: "pi pipi pi pi pipi pi pi pipi pi pi pipi pi" que daba pie a, sirva de ejemplo: "hay gol en Logroño, conectamos con Las Gaunas". Además, solía ser bastante habitual que coincidiesen en el tiempo dos o más goles para desesperación del moderador de turno. Recuerdo incluso vaticinar y tratar de averiguar si el gol era local o visitante en función del ambiente que se daba al conectar con el corresponsal de cada estadio. ¿Lo recuerdan?

Salvo error, solían disputarse en el mismo horario ocho partidos mientras que los otros dos restantes se jugaban en la noche del sábado por La2 y en Canal la noche del domingo cerrando la jornada con un Carlos Martínez que ya apuntaba maneras de convertirse en quien es actualmente, el mejor narrador deportivo de este país sin duda alguna.

En una familia donde el fútbol no resultaba ser un plato apetitoso sino más bien una imposición insalvable, ese momento de la semana resultaba ser vital, de una importancia extrema. Era mi momento, en mi soledad, y sólo yo puedo saber todo lo que sentí y gocé escuchando cientos o miles de goles casi siempre pegado a él, a mi transistor. No saben cuanto lo echo de menos.

Y digo casi siempre porque algún domingo al mes era un ritual ir a comer a Montañana a casa de mis abuelos junto a mis padres, hermano, tíos y primos varios. Ahí la cosa se complicaba y aún se acentuaba más si cabe mi enfermedad por, como dicen algunos ingenuos, ver a 22 tíos correr detrás de un balón. Si sólo fuera eso...

Volviendo al meollo del asunto, concluida la comida familiar mi meta era hacerme con el monopolio del mando de la televisión, lo cual conseguía finalmente no sin muchas dificultades, y conectar la tele permanentemente al teletexto. Sí, han leído bien, al teletexto, con dos cojones. Es importante comentar para entender la magnitud de mi "hazaña" que en el salón de mis abuelos, enorme, el televisor quedaba justo en medio de la habitación por lo que ello implicaba que los doce o trece comensales que nos juntábamos frecuentemente se "tragasen" por real decreto, les gustase o no, la estampa de verme ajeno a cualquier conversación familiar en curso y escucharme radiar cada uno de los goles que se iban produciendo con el paso de los minutos.




Tenías y debías estar atento al televisor porque, si lo recuerdan, los goles que se marcaban se reflejaban a modo de parpadeo durante sólo unos minutos. Cualquier distracción o despiste resultaba ser fatídico, de ahí que durante esas dos horas mi comportamiento resultase similar al de una momia, imperturbable. Por no hablar de la agonía que vivía un servidor cuando tu equipo ganaba por la mínima hasta ver como el teletexto confirmaba el final del partido y la suma de dos puntos -que no los tres actuales- que otorgaban una victoria. Hasta el punto de acercarme al televisor y tapar con la mano durante ese eterno tiempo de descuento el marcador del rival, pensando que de esa manera no parpadearía ni llegaría el gol fatídico que alterase el resultado final. Como dirían y me dicen mis amigos cántabros varios: "de traca".

Imagino que muchos de ustedes, salvando las distancias claro está, ven reflejada en estas líneas aquella tierna y singular infancia balompédica que vivimos. Eran otros tiempos y se quedaron en el pasado para no volver. A día de hoy nos encontramos inmersos en una vorágine televisiva atroz que ha conseguido desposeer de todo encanto a las infames tardes de los domingos.  No en vano, hace escasos minutos acaban de dar las 18:00 horas de este domingo 22 de septiembre y ya se han disputado seis de los diez partidos de la jornada y acaba de empezar, en solitario, la segunda parte del Celta - Villarreal. Como antaño, claro.

Siempre nos quedará el recuerdo, y en mi particular caso, ese transistor abastecedor de goles y alegrías o, en su obligada ausencia, esa página del ya a desuso teletexto. Aquellas tardes de domingos, ¿dónde están?









lunes, 16 de septiembre de 2013

La entrañable quinta del 82

Han sido muchas las personas que me han animado a dar forma a este proyecto. Quienes me conocen de verdad no han dejado de insistir y jalearme hasta conseguirlo. Sin ellos, dar este paso no hubiese sido posible y es por ello por lo que antes de nada me gustaría dar las gracias de todo corazón a mi familia, amigos y de manera especial a mi sufrida y paciente novia María, sabedora de lo que significa para mí poder expresar mis inquietudes de forma escrita, en soledad y cara a cara ante el ordenador.

Mi vocación de periodista frustrada, ejercida durante varios años de la mano del diario aragonés EQUIPO, vio su fin de forma paralela a mi finalización de estudios universitarios e incursión en el marcado laboral. Las circunstancias mandaban.

No fue fácil encontrar un título atractivo para este blog con el que engancharme a mí mismo. Las noches en vela se sucedían de forma inquietante y las ideas se multiplicaban sin encontrar el fruto deseado. Buscaba algo sencillo, nada farragoso y que definiese en mí una pasión enfermiza, porque lo es y no lo escondo, en torno al balón y todo lo que implica el deporte rey. Finalmente, mi condición de pertenecer a la entrañable y exclusiva quinta del 82 resultó ser vital.






Por suerte o por desgracia nací en un momento clave, un punto de inflexión para el fútbol en nuestro país. España conseguía albergar entre el 13 de junio y el 11 de julio el mayor evento del fútbol mundial y pese a que se cayó en segunda fase viendo como la Italia de Rossi derrotaba en la final a Alemania Federal aquel evento siempre será recordado por la mascota que dio color y representó a todos los españoles, nuestro eterno y flamante "Naranjito".

María Dolores Salto y José María Martín Pacheco crearon con un millón de pesetas una simpática y graciosa naranja que desbancó en su elección a tópicos e iconos varios de nuestro país como lo son los toros, la paella, panderetas, etc. Posteriormente sería vendida por 1.400 millones a una empresa de merchandising. El acierto fue, sin duda, devastador.

Desde entonces, el tiempo ha ido poniendo a nuestro fútbol en un lugar privilegiado no sin antes mucho sufrimiento y mazazos varios en campeonatos europeos y mundiales hasta llegar al año 2008, donde nuestra generación obtuvo una gratificante recompensa con aquél gol de Fernando Torres en la final ante la siempre competitiva y noble Alemania en la Eurocopa de Austria y Suiza.

Dos años más tarde Iker Casillas y el "elegido" Don Andrés Iniesta marcaban un antes y un después para el fútbol español en Sudáfrica ante Holanda conquistando por primera vez una Copa del Mundo, cerrando el ciclo, de momento, en el verano del año pasado, en un final que no fue tal donde los nuestros zarandearon, y de qué manera, en Kiev a una Italia que pagó muy caro su afán por tratar de tú a tú al combinado de Vicente del Bosque.


Pero no todo han sido selecciones, Eurocopas y Mundiales. Naranjito y nuestra privilegiada generación -porque así lo siento- han visto como Real Madrid y F.C.Barcelona, F.C. Barcelona y Real Madrid, elijan ustedes el orden, se han repartido títulos nacionales y europeos por delante de clasicazos del fútbol español como Atlético de Madrid, Valencia, Sevilla, Athletic de Bilbao, Real Sociedad y Real Zaragoza, entre otros.

Desde este espacio trataré, espero que con la ayuda de todos ustedes, de analizar y gestionar todo aquello que el fútbol  y el entorno que le rodea nos aporte y depare en el día a día sin dejar de lado por ello el resto de asuntos de interés, ocio, aficiones, etc.

Vivimos en un momento ya de por sí lo suficientemente "jodido", permítanme la expresión, como para amargarnos más. Es por ello por lo que se pretende, única y exclusivamente, desconectar, dejarse llevar y saborear de lo poco o único con lo que mucha gente se ilusiona en medio de la rutina y desidia que nos azota.

Pónganse cómodos, allá vamos.