miércoles, 30 de octubre de 2013

Gus, Gus...Gustavo!!!

Gustavo Poyet llegó a Zaragoza con 22 años vestido de actor de reparto para irse siete años después como un héroe, una institución y posiblemente a día de hoy es el jugador más querido y con más carisma que ha desfilado por el municipal. Así lo recordamos muchos de los que pudimos disfrutar de él.

Sin duda alguna, un jugador distinto con alma de león rampante, leyenda presente del zaragocismo, tan huérfano de valores y raíces a las que aferrarse a día de hoy.


No lo tuvo fácil el uruguayo en sus comienzos recién cruzado el charco. Venía a priori para completar una delantera ya de por sí temida en Primera División. La por entonces conformada por jugadores consagrados como el "ratoncito" Pardeza, el "paquete" Higuera y, años más tarde, Gardel, el siempre polémico y genio al mismo tiempo Juan Eduardo Esnaider.

De él, poco o nada se sabía, la verdad. Un físico bien armado con aspecto de "tronco" y no muchos goles con los que presentarse en sociedad ante su nueva y siempre exigente afición tras un escueto paso por el  River uruguayo y Grenoble francés, equipos de segunda fila.

Su aterrizaje coincidió con una temporada convulsa y angustiosa que culminaría en la promoción agónica ante el Murcia. Destituido Ildo Maneiro, Víctor Fernández cogería las riendas del equipo en el ecuador del curso liguero pero los blanquillos no pudieron evitar jugarse a cara de perro el ser o no ser en la máxima competición..

Por si no lo recuerdan se vino de tierras pimentoneras con un empate sin goles en un duelo en el que los locales merecieron vencer sin miramientos con cierta holgura incluso. Una semana más tarde, el 20-6-1991, La Romareda albergaba uno de esos partidos que no se olvidan. Durante los días previos recuerdo un intenso acto de llamamiento a la afición, que debía llevar en volandas a los suyos. Y vaya si lo hizo.



Poyet, al que le costó hacerse un hueco en el equipo alternando titularidades con suplencias hasta que se le ubicó por detrás de los puntas, se doctoró ante los suyos en el mejor escenario posible abriendo la lata por partida doble, con dos dianas en las que sorprendió a la defensa rival llegando desde segunda línea, como a él tanto le gustaba acometer.

Al final, el marcador arrojó un contundente 5-2 en una noche mágica. Dos goles de un Pardeza sublime y uno más de Higuera completaban la manita que certificaba una salvación tan agónica como necesaria para la entidad.

Aquella noche supuso un punto de inflexión en la carrera del uruguayo, al que pronto la afición de La Romareda corearía, segura de sí misma y sabedora del diamante en bruto en propiedad, aquél cántico que se convertiría en icono del zaragocismo, el ya conocido por todos: "Gus, Gus, Gustavo..."



El transcurso de las temporadas fue deleitándonos con un Poyet con cada vez más peso en el equipo, ya consolidado en la posición de enganche. Pero ante todo se consagró como un jugador emblema, el buque insignia que todo plantel querría tener, ese guerrero invencible que contagiaba espíritu de lucha y sacrificio, que jaleaba a sus compañeros y alentaba a la afición en los peores momentos, capaz incluso de voltear el devenir de un encuentro en un simple lance, con un simple gesto, con esos sublimes aspavientos que jamás se han vuelto a ver.

Recuerdo con especial vehemencia la primera vez que fui a La Romareda con mi madre. Partido de Copa del Rey. Real Zaragoza-Oviedo. Resultado final 3-2, con goles de Poyet y Pardeza por partida doble. He podido rescatar un escueto vídeo donde se aprecia a Gus remachando el balón a la red tras un soberbio testarazo previo saque de esquina botado majestuosamente por Miguel Pardeza. Jamás olvidaré aquella noche, jamás.

Gracias mamá, gracias de todo corazón por llevarme a La Romareda aquella noche, disfrute, nunca mejor dicho, como un enano, el enano que era y sigue siendo, aunque aquél anciano al que le tiraste el bocadillo al foso aún se acuerda de tí...sin palabras.




Volviendo al meollo, eran otros tiempos y por entonces todo equipo que pasaba por Zaragoza solía irse escaldado y con cara de pocos amigos. Hablo también de F.C.Barcelona y Real Madrid, a los que el uruguayo zarandeó a su antojo  en más de una ocasión.
Sirvan como ejemplo dos goles en sendas victorias ante el equipo merengue por 4-1 (no se pierdan la chilena de Higuera previa al gol) y 3-2, resaltando esta última por la importancia del gol al borde del pitido final con trallazo desde la frontal en una noche en el que el Real Zaragoza se acostaría como líder de la competición y en la que Poyet deslució y eclipsó por completo el debut en Primera División de Raúl González Blanco.








Como aquel emblemático elenco de futbolistas, Poyet ganaría la Copa del Rey y rozaría el cielo en el Parque de los Príncipes tras el gol antológico de Nayim y aquella noche, en la noche parisina de la Recopa, pasó a formar parte del selecto y reducido grupo de jugadores que siempre serán recordados por la generación naranjito.



Lamentablemente dos años después el Real Zaragoza, en una nefasta e imperdonable gestión, decidió no renovar al héroe uruguayo, quien a sus 29 años reclamaba cobrarse en plata su rol en el equipo buscando lo mejor para los suyos. Lógico y entendible. Sin embargo, el club no cedió y el acuerdo nunca llegaría fichando ese mismo verano por el Chelsea inglés.

Recuerdo aquella desgraciada despedida, aquel fatídico punto y final, como un jarro de agua fría que dejo a la afición consternada y con un posó de desazón que todavía perdura. Inconscientemente el Real Zaragoza tomó ese verano, sin saberlo, la decisión de dejar de ser un grande y un equipo respetado y temido por todos.

El mercado nunca trajo consigo un relevo acorde a las prestaciones que ofrecía el 11 zaragocista y el paso del tiempo no se tradujo en el olvido hacia su figura, más bien todo lo contrario. Ya nada era lo mismo, los partidos adolecían de la magia del uruguayo, siendo tan sólo 90 minutos de fútbol, nada más.

Pero como el fútbol y el destino son caprichosos y van unidos de la mano, estoy convencido de que Poyet volverá no tardando mucho a la ciudad que le mitificó como un estandarte irreemplazable. Seguramente, lo hará para sentarse en el banquillo y a buen seguro que con mayor o menor fortuna impartirá las doctrinas y valores que durante tantos años fomentó.

Será entonces cuando se nos vuelva a poner la piel de gallina al escuchar de nuevo su nombre en boca de 35.000 gargantas y será sólo entonces cuando el Real Zaragoza recobre su identidad de equipo temido e infalible. Gus, Gus...Gustavo!!!












2 comentarios:

  1. Pablo, recuerdo perfectamente el gol de Nayim, estaba en casa vviendo el partido sólo y rompí a gritar y a llorar histérico como si fuera un mañico más aquella noche pensé que todos los equipos, hasta el Castellón tenían que luchar y soñar por noches así.Nadie, ni el mayor ladrón ni el peor gestor os quitará aquello.

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  2. asi es, ni agapito ni las malas decisiones tomadas en el pasada desposeerán a la ciudad de zaragoza de aquellas noches mágicas

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