Con la llegada de un nuevo año, todos, absolutamente todos, caemos en la facilidad de proponernos nuevos objetivos y metas a alcanzar. Muchas de ellas, la mayoría, suelen caer en saco roto a los pocos meses, incluso semanas, de empezar a esbozarse. Que si clases de inglés, gimnasios de ida y vuelta, más bien de vuelta, el fumador empedernido de dedos amarillos que no se resiste a intentar dejar de fumar...clasicazos de las autoengañadas que muchos de los que estáis leyendo estas líneas habréis experimentado en más de una ocasión. Habla un especialista en la materia. Y sólo los más tenaces, los más constantes, consiguen saborear el éxito y el sabor de la victoria a final de año/temporada.
Nos ocurre a todos, insisto. En mi caso, ando sumergido desde hace meses en el bonito reto del running, tan de moda y tan dado al #postureo por demasiados en estos tiempos que corren, en los que la inmediatez y el aparentar predominan en una sociedad tan escasa de valores a la que agarrarse.
Recuerdo mis primeras salidas en las que conseguir llegar a correr 15 minutos era un logro, una hazaña. A mis más de treinta primaveras las "bisagras" estaban y en gran medida siguen estando más que oxidadas. Han sido muchos los años de abandono físico, de dejadez, desidia más bien, donde primaba llegar al fin de semana y ejercer de florero como si no hubiese un mañana. Qué tiempos...
Pasaron los meses y gracias a la ayuda y ánimos de María y de mis amigos, en especial de Javi desde la distancia y de mis compañeros de fatiga JP, Superfon8, Rookie y Luis Blancas, empecé a cogerle el tino a esto de runnear. Si hay algo que me guste de salir a correr es la sensación de libertad que experimenta uno, visualizar el trazado recorrido, sentir y controlar la respiración y el bienestar que se genera en uno mismo al llegar a casa y darte una ducha reconfortante sabedor del trabajo bien hecho. Esa sensación no tiene precio...por no hablar del estrés y de los malos rollos que se quedan por el camino. Indescriptible.
De ahí que valore la constancia que creo que estoy empezando a alcanzar. Es sólo el principio, lo sé, y también sé que habrá piedras e impedimentos en el camino, pero la fecha del 29 de enero está marcada en el calendario como cita ineludible. Aguarda la 10K del roscón de San Valero, Tras correr dos 5Ks -se adjunta instantánea grupal de la pasada y recomendable San Silvestre- que dejaron buenas sensaciones, doblar la distancia, pese a no dejar de ser diez kilómetros, es algo que me daba vértigo.
Cierto es que durante estos meses he conseguido ser regular y salir a correr 3/4 días por semana. Además, ya han sido varias las sesiones en los que he superado los 60 minutos seguidos corriendo, pero no menos cierto es que el día de la carrera, pese a que creo que iré bien preparado, los miedos surgirán conforme se sucedan los kilómetros y avance el crono. Intentaremos estar a la altura y no defraudar a nadie, sobre todo a uno mismo.
Exponiendo mi ejemplo, pretendo lanzar al lector un mensaje nítido, muy sencillo. Lo difícil no es llegar y alcanzar un objetivo, no, sino mantenerse en él y no abandonarlo. Es ahí donde radica el gran secreto de los más grandes genios de este mundo loco que no deja de girar sobre sí mismo. No dejen de perseguir sus sueños, sus ambiciones e inquietudes. No lo hagan nunca. Sin ellas este mundo y el día a día rutinario no tendría sentido.
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